A la at. de don José Manuel Silva González
Hermano Mayor, y de
don José Adolfo Roca Ramos
Secretario
Real, Gremial, Nacional y Marianista
Hermandad Scramental del
Santísimo Cristo de las Aguas,
Nuestra Señora de la Luz, Asociación
de Discípulos de San Juan Evangelista
Y María Santísima de Guadalupe
Vertientes, a 11 de abril 2013
Queridos hermanos y amigos,
Acabo de recibir la carta de fecha 15 de marzo 2013 en la que me comunicáis oficialmente el Acuerdo adoptado por la Junta de Gobierno de esa Hermandad el pasado 11 de marzo, para concederme el XIII GALARDÓN LONGINOS 2013.
Con agradecimiento y humildad, acepto esa decisión que me une más todavía a la Hermandad y a todos sus miembros.
Me permito adjuntarles un texto de aceptación y de saludo que he escrito con esta ocasión. Les agradeceré que, en el momento que ustedes consideren oportuno, puedan dar a conocer su contenido a los miembros de esa querida Hermandad.
Rezo al Señor de las Aguas, en este tiempo hermoso de su resurrección, y a María de la Luz, nuestra Madre, por todos ustedes y por sus familias.
Desde Vertientes, Cuba, reciban un cariñoso abrazo de,
Javier Anso,sm
Querido Hermano Mayor, Miembros de la Junta de Gobierno, y Hermanos todos de la Real, Gremial, Nacional y Marianista Hermandad Sacramental del Santísimo Cristo de las Aguas, Nuestra Señora de la Luz, Asociación de Discípulos de San Juan Evangelista, y María Santísima de Guadalupe: un saludo cariñoso desde Vertientes, Cuba.
Quiero dirigiros unas palabras con motivo de la concesión del Galardón Longinos en su Décima Tercera Edición correspondiente al año 2013, que habéis decidido otorgarme.
Os agradezco profundamente el que os hayáis acordado de mí a la hora de conceder vuestro Galardón. Como ya he tenido la oportunidad de deciros, recibo ese Premio con alegría y humildad, sabiendo que el esfuerzo que hizo posible la llegada de nuestros Sagrados Titulares a la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar del Colegio San Felipe Neri, fue el feliz resultado de un entusiasmo común y compartido en el que, además de vosotros mismos, participaron la Comunidad Marianista, el Consejo de Dirección del Colegio, y la Administración Provincial de los Religiosos Marianistas de la Provincia de Madrid. En mi nombre y en el de todos ellos acepto este Galardón. ¡Muchas gracias!
Quiero deciros que la solicitud que formulasteis para establecer en esta Iglesia vuestra Sede Canónica, fue para mí, desde el principio, una bendición, un don especial, una gracia de Dios. Y por ese motivo, y tras rezar, hablar y consultar, pudimos con rapidez y facilidad llegar a un compromiso que suscribimos formalmente el Hermano Mayor y el Director del Colegio, en nombre del Provincial; y en el que, por nuestra parte, se aceptaba vuestra solicitud. Esa aceptación, posteriormente, ha adquirido, como sabéis, carácter definitivo. ¡Hermanos, esta es vuestra casa, por la gracia de Dios!
¿Por qué yo y tantos otros vimos claro, desde el principio, que deberíamos aceptar vuestra petición? Por una serie de motivos que voy a explicar a continuación. En el año en que celebramos el quinto aniversario de aquel feliz 31 de mayo del 2008 en que llegaron a su sede los Sagrados Titulares, sigo convencido, y más que entonces, de la validez de aquellos motivos.
Empezaré diciendo que Jesús Crucificado y María y Juan al pie de la Cruz, son advocaciones muy familiares en la espiritualidad marianista. En ese sentido, si me permitís que me atreva decirlo de un modo un poco brusco, podría pensarse que la presencia de nuestros Titulares no nos aportaba mucho de nuevo. Pero no es así: una afirmación como la que acabo de hacer -“no nos aportaba mucho de nuevo” – solo se puede hacer desde una lectura externa y superficial de la realidad.
Profundizando, con la ayuda de la fe, descubrimos que es mucho lo que nuestros Titulares aportan a la vida diaria del Colegio San Felipe Neri, y a las miles de personas que, a lo largo de estos años, se han acercado a vuestras Santas Imágenes.
Comencemos por la imagen de Jesús, nuestro Salvador. El Santísimo Cristo de las Aguas. Y preguntémosle: ¿Qué nos dices, Jesús? ¿Qué nos recuerda, a diario, tu imagen? ¿Algo que no supiéramos ya? ¡No, sin duda! Pero sí algo que, por nuestra sordera para las cosas del Espíritu, necesitamos que nos las recuerdes todos los días, desde el crucero izquierdo de la Iglesia del Colegio.
¿Qué nos dices, Jesús, Cristo de las Aguas? Nos dices: “¡Tengo sed!” (Jn 19,28); y, sin embargo, nos dices también que Tú eres el único que, de verdad, puede saciar la nuestra. “El que tenga sed, que venga a mí” (Jn7, 37); y añades: “el que beba el agua que yo le daré nunca volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente que salta hasta la vida eterna” (Jn 4, 14).
Señor, Tú, el Agua viva que sacia nuestra sed, tienes sed. Sed de nosotros. De que vayamos a Ti y podamos compartir nuestras vidas: la tuya con nosotros; las nuestras contigo. Pero Tú, Cristo de las Aguas, quieres más todavía: quieres contagiarnos tu sed para que nosotros, unidos a Ti, podamos saciar a tantos sedientos de amor que viven en nuestro mundo.
Danos tu Agua Viva, Cristo de las Aguas. Para que cuando la vida nos hiera como te hirió a Ti con la lanza del soldado Longinos (Jn 19,34), en vez de odio, brote también de nosotros un agua que limpie, refresque y sane los dolores del mundo. ¡Tu Agua, Señor!
Danos, Señor tu sed de vivir para los demás. Conviértenos, Señor, en Agua Viva para los demás. Haz que tengamos sed de servir a nuestros hermanos; haz que nuestra vida se transforme en esa Agua tuya, que salva y santifica. Que esta sea nuestra oración siempre que te veamos en esta Iglesia, oh Santísimo Cristo de las Aguas:
“¡Jesús, danos tu sed! ¡ Señor, transfórmanos en tu Agua!”.
¿Y Tú, Virgen de la Luz; qué callado mensaje envías a nuestros corazones?
María, Tú nos dices que el Crucificado es la “luz del mundo”. Son las mismas palabras que escuchaste de labios del anciano Simeón cuando con José subiste al templo a presentar a tu Hijo (Lc2 32). Tú nos indicas, María, que, si se mira con los ojos de Dios, las cosas no son lo que parecen a primera vista. Tú nos dices que, en medio de la tragedia del Calvario, en medio de la soledad, de la derrota, de la muerte, sigue estando la Luz. La luz del mundo que no conoce ocaso y que nadie logrará nunca apagar, por más que, como la serpiente al talón de tu pie, la ataquen y pretendan destruir. Tú nos dices, Madre, en este Año de la Fe y en todos los momentos de nuestra vida, que siempre hay una luz y un esperanza para quienes confían en el Padre, y se ponen en sus manos.
Tú nos recuerdas, María al pie de la Cruz, que Tu Hijo “es la luz del mundo, y que el que le sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” (Jn 8,12).
Nos enseñas, María, a no desesperar; a no huir ante las dificultades. Nos enseñas a saber permanecer al pie de la cruz, cuando toca hacerlo; del mismo modo que nos enseñaste a saber disfrutar de un banquete como aquel en el que, gracias a ti, hubo tanta alegría que -¡y mira que ha pasado tiempo!- todavía se sigue hablando hoy en día de aquellas famosas bodas de Caná de Galilea…
Gracias, María, por darnos al autor de la Vida, y de la Luz. Y gracias por aceptarnos como hijos tuyos. No somos hijos o hijas fáciles, ya nos conoces. Pero Jesús tampoco fue un hijo fácil para José y para ti. Y nunca tirasteis la toalla con él. ¡No lo hagáis, tampoco, con nosotros!
Y fórmanos como formaste a Jesús, para que, poco a poco, nos llenemos de la Luz que es Cristo, y nos hagamos Luz, como Él. Para que así, contigo, alumbremos un mundo que necesita el consuelo y la alegría de esa Luz; alumbremos a un mundo harto ya de tanta sombra y de tanta tristeza.
“Virgen llena de Luz, ilumínanos. Sé nuestra esperanza y alegría. Danos Tú la Luz. Danos a Jesús”.
Y Tú, Juan, el discípulo a quien Jesús amaba tanto que te reservó hasta el final para que fueras el último y más preciado regalo para su Madre, ¿qué nos dices? Juan, con tu valor al pie de la Cruz, nos enseñas a no rehuir nuestras responsabilidades, y “a acoger como Tú a María en nuestras vidas”. Ayúdanos a saber aceptar nuestra vocación de hijos e hijas amados; regalos de Jesús a su Madre; adoptados por Ella para asistirla en su misión.
Todos esto, queridos hermanos, es lo que de un modo tan vivo y elocuente aportan las imágenes de nuestros Sagrados Titulares a todos los que -alumnos, profesores, miembros del PAS, familias del Colegio, Antiguos Alumnos, Familia Marianista, Catequistas, Scouts, Senda, Monitores de actividades, Escuela de Música, Grupo de Teatro, etc. etc.- pasamos ante vosotros.
¡Cómo íbamos a decir que no a vuestra petición! ¡Cómo íbamos a ser tan insensatos como para rechazarla! ¿Gracias vosotros a nosotros? Sí, de acuerdo, pero también: ¡Gracias nosotros a vosotros!
Y gracias, también, por otro motivo. De otro índole. No tan espiritual, pero sí muy importante. Gracias, porque, con vuestra presencia en esta Iglesia habéis traído a Cádiz con vosotros. San Felipe Neri es un Colegio de Cádiz y para Cádiz pero, la realidad es la que es, y este Colegio no tiene la capacidad de llegar a todo Cádiz. Por eso vosotros, al veniros a vivir aquí, nos habéis traído a cientos de gaditanos y gaditanas que tal vez no conocieran el carisma marianista, y a los que el carisma marianista tal vez no hubiera llegado. ¡Ahora sí, gracias a vosotros! Al veniros aquí nos habéis hecho ser, “más Cádiz”. ¡Cómo no estaros profundamente agradecidos por ese don que nos habéis hecho, por esos cientos de vidas gaditanas que ahora saben que aquí están en su casa: que les conocemos, que nos conocen, y que hemos aprendido a querernos!
Y gracias, también, por todo lo que nos habéis aportado estos cinco años. Gracias por vuestro ejemplo y vuestra constancia. Por vuestra seriedad en respetar y cumplir lo acordado con el Colegio. Gracias por vuestro empeño serio por progresar en vuestra vida espiritual, en vuestra oración y en vuestra formación. Gracias por la responsabilidad con la que muchos Hermanos se han preparado para recibir el Sacramento de la Confirmación. Gracias por vuestra solidaridad y generosidad a la hora de gestionar la “bolsa de caridad”, tan necesaria en estos momentos tan duros e injustos. Gracias por vuestra creatividad y amor a la belleza, manifestada en esas “Muestras Cofrades”, anticipo que desafía a quien corresponda hasta que en Cádiz exista el Museo de la Semana Santa que nuestra Ciudad necesita y merece. Gracias, en fin, por el amor que habéis demostrado al Colegio, haciéndoos presentes y colaborando en las actividades del mismo; y acogiendo entre vuestros hermanos a muchos alumnos, desde pequeños a adolescentes.
Gracias, sobre todo, por vuestro ejemplo de amor al Padre, al Cristo de las Aguas, al Espíritu Santo, y a María, nuestra Madre, la Virgen de la Luz, como buenos hermanos que sois del Apóstol San Juan, el Discípulo Amado.
¡Y gracias, desde Cuba, por vuestro amor a María Santísima de Guadalupe, la “Emperatriz de América”, como se le llama en este Continente!
¡Gracias, sí, por el Galardón Longinos, que no merezco! Pero gracias por todo lo demás! Por lo que, aún olvidándome de otras muchas realidades, he querido compartir con ustedes!
Y ahora, para terminar, a modo de oración a nuestros Titulares,- y pidiendo perdón a ustedes por ofrecerles unos versos, imperfectos sí, pero escritos desde el corazón y el amor por todos los Hermanos y sus familias -, permitan que acabe con este sencillo poema:
CONTEMPLANDO A NUESTROS TITULARES
Quien venga a mí ya nunca tendrá sed.
Yo soy Jesús, el Cristo de las Aguas.
En mí hallaréis la paz. En mí las treguas
al dolor y al penar. En mí el Amor. Ved
junto a mí a María, mi Madre
y vuestra madre, compartiendo mi cruz
y mi esperanza. ¡Oh, Virgen de la Luz,
esclava del Señor, gozo del Padre!
Y tú, San Juan, discípulo adoptado
por el Amor. Primero de los hijos
que, con Felipe Neri y Chaminade,
caminas con nosotros, hermanado
en gozo, amor y paz; ¡los ojos fijos
en Aquel que te salva, y en su Madre!
Vertientes, 19 de marzo 2013
Javier Anso, sm